APARECIDOS - Deriva
DANIEL ACOSTA O EL FULGOR INSTANTÁNEO - PERMANENTE DEL HOMBRE
Víctor Jacinto Flecha
DANIEL ACOSTA, pintor argentino,
hijo, nieto, bisnieto y tataranieto de paraguayos. Una larga travesía en el
espacio, que se pierde en lontananza, de su esencia originaria guaraní.
Daniel, si bien nació, creció y
vivió toda su vida en la argentina, es un acabado producto de una simbiosis cultural. Hijo de migrante
político, Rodolfo Acosta, poeta, miembro de una pléyade de intelectuales
luchadores por la libertad y en contra de las dictaduras militares que asoló el
Paraguay por espacio de más de 60 años. Daniel en su niñez convivió con toda
una gama de intelectuales, artistas, músicos exiliados, compañeros de su padre.
Escritores como Augusto Roa Bastos, Elvio Romero, músicos como José Asunción Flores,
Herminio Giménez, que vivían agobiados por la nostalgia de su patria ausente y prohibida.
Los hijos de exiliados viven normalmente el exilio de sus padres y tienen la misma
añoranza hacia el país de sus mayores sin que jamás lo hayan conocido.
Están construidos en dos orillas,
el de su país, de su vida real y cotidiana y el país imaginado, no conocido y
ausente, que se llegan a unirse en una sola orilla en la simbiosis cultural que
supone el entrelazamiento de ambas culturas. Un artista normalmente por su
sensibilidad extrema expresa de alguna forma esta situación.
Toda la obra de Daniel Acosta es
una permanente búsqueda, una acuciante persecución
de tangibilidades que pudieran descifrar los enigmas de lo que es él y lo que
son los elementos de su entorno. Rastrea el mundo posicionando caracteres de
las nociones de la luz y lo oscuro, entre lo bello y lo feo, entre lo fuerte y
lo débil, entre lo certero y la dudoso, rematando estas amalgamas en un
enjambre sin fin de oposiciones enfrentadas en lucha que pudieran producir
certezas que al instante se vuelven en nuevas preguntas para recomenzar el nudo
de la búsqueda. Ninguna certeza es tal, sólo las incógnitas son lo permanente
que incitan de manera incisiva a continuar la búsqueda.
Toda su obra está impregnada de
esta búsqueda. No es un pintor de un solo estilo sino su estilo es la
permanente adecuación de su hacer pictórico de acuerdo a lo que la situación dada
le exige. Su obras hay veces abandona el lienzo para lanzarse a la perfomance,
la instalación, la fotografía, el arte objetual, y utiliza su propio cuerpo
como base de la pintura y aún más se expresa directamente desde su materialidad
humana en perfecto diálogo con la naturaleza.
Esta forma de ir tanteando como
ciego entre tantos elementos como tiene el mundo sostenido por la libertad y la
esperanza de lograr con su arte la conciliación del hombre consigo mismo, como
especie humana, y con la naturaleza. Esta acuciante búsqueda pareciera ser
impulsada por un mundo cultural subyacente de su infancia, la cosmogonía guaraní
de los paraguayos. El Yby Maraey (“la búsqueda de la tierra sin mal”). El mito convertido
en utopía, que de tanto en tanto, conmovía las aldeas guaraníes y guiados por un
payé (hechicero) abandonaban todo, casa, familia, enseres, alimentos, vida
cotidiana miles de personas se aventuraban danzando por senderos desconocidos
dentro de la jungla, danzando, danzando siempre danzando y cantando. Así iban
descubriendo especies nuevas de árboles, de animales no conocidos, paisajes
diferentes, nacientes de ríos y arroyos, lagunas y lagos, terrenos llanos y
montañosos, siempre danzando, prohibiéndose desfallecer. El ritmo de la danza
permanente debía de alivianarlos de peso, a tal punto, que desprovisto ya de
cualquier peso, pidiera traspolarse directamente
por el soplo del aire al Yvy Maraey.
Pareciera confirmar esta hipótesis
de la influencia cosmogónica de su infancia de la cultural guaraní, al
comprobar que Daniel asume para definir su práctica pictórica el término francés
Derive, que significa tomar caminos sin tener un objetivo concreto de su
caminar sino vagar y descubrir a cada paso sitios, situaciones que uno va
sumiendo e interviniendo, rompiendo la rutina de la vida e inventando a cada
paso una perspectiva de vida, para volver a transformarla y luego seguir
caminando.
Dentro de ese marco conceptual de
la Deriva, Daniel ha trabajado una enorme cantidad de temas de acuerdo a las
circunstancias que le tocó vivir, desde la definición de los cuatro elementos,
aire, fuego, tierra, agua y que al lograr articular, interrelacionar cada uno
de esos elementos con otros otorgándole al pintor una oportunidad de creación
extraordinaria en cuanto a forma, color y posibilidades de ser expresadas no
solo en forma pictórica, Asimismo, la cruel dictadura que ha agobiado a
nuestros países, Daniel como chispa
permanente de la libertad y
víctima de la dictadura no podía dejar de manifestar su homenaje a las madres
de la Plaza de Mayo a través de unos lienzos extraordinarios, en que los
colores y las formas manifiestan toda la fortaleza de esas mujeres que durante
años desfilaron frente a la casa presidencial de la Argentina. También su
homenaje se extiende de otra forma, con una instalación denominada “Los
aparecidos”, una manera de demostrar que a pesar de todo la dictadura fue
vencida.
La labor de Daniel Acosta tiene
sólida envergadura, ha expuesto en importantes museos, centros culturales,
galerías de la Argentina, Francia, Suecia, Suiza, entre otras capitales europeas.
La exposición que presenta en
Paraguay. Titulada APARECIDOS-Deriva. Es un homenaje a su padre, Rodolfo
Acosta, el poeta paraguayo exiliado, que murió con la nostalgia de su país que
le fuera negado por la dictadura. No tuvo la dicha de volver a su patria soñada
en libertad. Es como si con esta exposición RODOLFO ACOSTA volviera APARECIDO a
ocupar su largar en este territorio. Una nueva conjunción padre hijo. Ambos han aparecido en el Paraguay.